lunes, 10 de septiembre de 2012

Un cuento de dos pies


Mi amigo Zacharias estaba acostumbrado a dormir con una piedra calentada en sus pies, pues los pies del sr. Zacharias eran como los pies de los muertos. Una noche se retiró como usualmente, y dio la casualidad que se despertó algunas horas después, con un bien definido olor a cuero quemado, que se hacía placentero para las ventanas de su nariz. 
-Sra. Zacharias -dijo, codeando a su esposa roncante-, yo deseo que usted se levante y mire por alrededor. Pienso que uno de los niños debe haberse caído al fuego. 
La dama, quien por hábito tenía sus propios pies arrumados de modo confortable, contra el estómago cálido de su señor y amo, declinó hacer la investigación demandada y reasumió la melodía nocturna. El sr. Zacharias estaba enojado, por primera vez desde que ella había jurado amar, honrar y obedecer, esa mujer estaba en rebelión abierta. Se decidió por una acción pronta y vigorosa. Se movió callado hacia el lado trasero de la cama, y apoyó sus hombros contra la pared. Alzando sus rodillas nervudas al nivel de su pecho, colocó las plantas de sus pies ampliamente contra la espalda de la insurgente, con el designio de propulsar a ésta contra la pared opuesta. Hubo un bufido estrangulado, luego un aullido de agonía femenina, y los vecinos vinieron.
Mutuas explicaciones siguieron, y el sr. Zacharias caminó por las calles de Grass Valley al día siguiente, como si estuviera pisando sobre huevos que valieran un dólar la docena.

Título original: A Tale of Two Feet, publicado por primera vez en The Fiend's Delight, 1873, con la firma: "Dod Grile".
Imagen: John Singer Sargent, Male Model Resting, 1895.