viernes, 17 de agosto de 2012

Los tacones de ella


Pasando por la calle Commercial un buen día, yo observé a una dama parada sola en medio de la acera, con un negocio no obvio allí, pero con la aparente no intención de ir adelante. Estaba hacia afuera muy calmada, y parecía a primera vista estar perdida en alguna serena meditación filosófica. Una examinación más cercana, sin embargo, revelaba una peculiar inquietud en la actitud, y un apenas notable desasosiego en la expresión. Me vino la convicción de que la dama estaba con angustia y, de modo tan delicado como era posible, le inquirí si tal no era el caso, insinuando al mismo tiempo, que yo debería estimar como un gran favor se me permitiera hacer algo. La dama sonrió con suavidad, y replicó que estaba meramente esperando a un caballero. Era lo tolerable evidente que yo no era requerido, y con una disculpa balbuceada me apresuré lejos, pasé con claridad alrededor de la manzana, vine detrás de ella y tomé posición junto a una caja de mercancías secas, faltaba una hora para el tiempo de la cena, y tenía asueto. La dama mantenía su actitud, pero con una momentánea, creciente impaciencia, que encontraba expresión en las singulares, como olas, ondulaciones de su figura ligera, y en una ocasional inequívoca contorsión. Varios caballeros se aproximaron, pero fueron sucesiva y cortésmente despedidos. Súbitamente, ella experimentó una veloz convulsión, dio un paso adelante con agudeza, se paró en seco, tuvo otra convulsión y caminó lejos con rapidez. Al aproximarme al sitio, yo encontré una menuda rejilla de hierro en la acera, y entre las barras dos pequeños tacones de botas, arrancados de sus suelas afines y deslucidos por unos clavos ganchudos.
Sólo el cielo sabe, por qué esa mujer entrampada había declinado la brindada asistencia de su especie, por qué había elegido arruinar sus botas en preferencia a haberlas removido de sus pies. En ese día cuando la tumba va a ceder sus muertos, y los secretos de todos los corazones van a ser revelados, yo voy a saber todo sobre eso, pero yo quiero saber ahora.

Título original: The Heels of Her, publicado por primera vez en The Fiend's Delight, 1873, con la firma: "Dod Grile".
Imagen: Childe Hassam, Promenade at Sunset, Paris, 1889.