sábado, 17 de diciembre de 2011

El servicio civil en la Florida


El coronel Bulper estaba de un humor dormitante. La mayoría de la gente no lo está: ésta trabaja todo el día y duerme toda la noche, siempre está en una u otra condición de no descanso, y nunca dormita. Tales personas, el coronel solía observar, son aptas sólo para el deber de la guardia; son buenas para vigilar nuestra propiedad, mientras nosotros tomamos nuestro descanso, y éstas toman la propiedad. Pero este cuento no es de ellas, es del coronel Bulper.
Había un tipo llamado Halsey, un bromista pesado, y uno de los más desagradables de su clase. Él se quedaba ampliamente despierto por un año a la vez, con no otro propósito que el de violarle a otra gente su descanso natural. Y yo debo admitir que, del naufragio de sus facultades en la roca del insomnio, él había rescatado de algún modo un ingenio maravilloso y una fertilidad de expediente. Pero este cuento no es tanto de él, como del coronel Bulper.
En el tiempo del que escribo, el coronel era recaudador de aduana en un pueblo marítimo-portuario de la Florida, en Estados Unidos. El clima allí es un verano perpetuo, nunca llueve, ni nada; y no había una buena razón, por la que el coronel no debiera haberlo disfrutado hasta el tope de su inclinación, ya que había suficiente para todos. En el punto del hecho, la recaudación se le había dado solamente, para que él pudiera reparar su vitalidad gastada, con una corta estación de reposo inviolado; pues durante la campaña presidencial que precedió inmediato a su nombramiento, él había sido mantenido despierto largo tiempo por medio del té fuerte, en orden de entregar un capaz y exhaustivo argumento político preparado por el candidato, quien era últimamente exitoso a despecho de éste. Halsey, quien había favorecido al otro aspirante, era un comerciante y no tenía nada que hacer en el mundo, salvo molestar al recaudador. Si el último pudiera haberse mantenido lejos de él, la dignidad de la oficina podría haber sido preservada, y el objeto del nombramiento incumbente a ésta logrado; y escurrirse a donde fuera él podía -al corazón de un pantano lúgubre, o a algún lugar de los Everglades-, pero algún indio vagabundo o negro casual iba seguro a tropezar con él antes de largo tiempo, y ve y dile a Halsey, asegurando una porción de tabaco por recompensa. O si él no era encontrado de esa manera, alguna compañía estaba lo tolerable segura, en el curso del tiempo, de sondear una línea de ferrocarril a través de su lecho de hojas y, poniendo su tronco postrado a un costado de la vía, enviar una palabra a su perseguidor; quien, tan pronto como la línea estuviera casi tan completa como nunca lo estaría, vendría abajo montado a caballo con algún dispositivo diabólico para despertar al dormitante. Yo voy a confesar que hay una sutil apariencia de improbabilidad en todo esto, pero en la tierra donde Ponce de León buscó la fuente de la juventud hay un aire de irrealidad en todo. Sólo puedo decir que he tenido la historia junto a mí largo tiempo, y me parece justo tan verídica como lo fue en el día que la escribí.
A veces el coronel buscaba la ladera de una colina con una exposición sureña, pero tan pronto componía sus miembros para dormitar un poco, Halsey se ponía a hacer indagaciones para él, bajo la pretensión de que el barco estaba en route desde Liverpool, y la firma del recaudador podía ser requerida para sus papeles de anclaje. Habiéndolo rastreado -lo que, debido a la entrometida traición de los venales nativos, él siempre era capaz de hacer-, Halsey se ponía en marcha a Texas por una semilla de tuna espinosa, que plantaba exactamente debajo del cuerpo del dormitante. ¡Eso él lo llamaba un triunfo de la ingeniería moderna! Tan pronto como el joven vegetal había empujado sus espinas por encima del suelo, por supuesto, el coronel tenía que levantarse y buscar otro sitio, y eso casi siempre lo despertaba.
En una ocasión el coronel existió cinco días consecutivos sin dormitar -viajando todo el día y durmiendo en los yerbajos de noche-, para encontrar un risco casi inaccesible, en la cima del cual esperaba estar no disturbado, hasta que la acción del rocío debiera desgastar la roca en todo alrededor de su cuerpo, cuando él esperara y estuviera deseoso de rodar y despertar. Pero incluso allí Halsey lo encontró, y puso huevos de águila en sus bolsillos sureños para empollar éstos. Cuando las jóvenes aves estuvieron bien crecidas, picaron tan agudamente las piernas del coronel, que él tuvo que levantarse y retorcerle los pescuezos. La malevolencia de la gente que desdeña el dormitar parece ser prácticamente ilimitada.
Por último el coronel se resolvió a la venganza y, habiendo soñado con un plan factible, procedió a ponerlo en ejecución. Él tenía en el almacén alguna pólvora del gobierno y, haciendo que un barrilito de ésta fuera conducido a su oficina privada, le desencajó la tapa. Seguido pergeñó una nota para Halsey, pidiéndole que viniera abajo a la oficina “para un negocio importante”, agregando en un postscriptum: “Como yo estoy sujeto a ser llamado afuera, por unos pocos momentos en cualquier tiempo, en caso de que usted no me encuentre, por favor, siéntese y diviértase con el periódico hasta que yo regrese.” Él sabía que Halsey estaba en su contaduría, y vendría ciertamente sólo para conocer, qué significado le otorgaba un oficial de gobierno a la palabra “negocio”. Entonces el coronel se procuró una vela corta y la situó en la pólvora. Su plan era prender la vela, despachar al portero con el mensaje y lanzarse a casa. Habiendo completado sus preparativos, se recostó en su butaca cómoda y sonrió. Sonrió largo tiempo e incluso alcanzó una risita. Por primera vez en su vida, tuvo la serena sensación de felicidad de estar, en particular, ampliamente despierto. Entonces, sin moverse de la butaca, encendió el cirio y sacó la mano hacia el cordón de la campanilla, para convocar al portero. En esa etapa de su venganza el coronel cayó en un dormitar tranquilo y reparador.

Título original: The Civil Service In Florida, publicado por primera vez en Cobwebs from an Empty Skull, 1874, con el seudónimo: "Dod Grile".
Imagen: Mort Kunstler, The New General Winfield Hancock, XXI.