domingo, 2 de febrero de 2014

De Noticias obituarias


...Es con un sentimiento de pesar profesional, que registramos la muerte del sr. Jacob Pigwidgeon. El difunto fue uno de nuestros más tempranos pioneros, quien llegó a este Estado mucho antes de que fuera necesitado. Su edad es un asunto de mera conjetura; probablemente, era menos avanzado en años de lo que Matusalén habría sido, si hubiera practicado una temperancia razonable en el comer y beber. El sr. Pigwidgeon fue un caballero de piedad sincera pero modesta, profundamente respetado por todos quienes se imaginaban a sí mismos como él. Probablemente, ningún hombre de su día ejerció tan peculiar influencia en la sociedad. Siempre el primero en toda buena obra, fuera de la cual no hubiera cualquier cosa para hacer, dispensador sin escatimar de todas las especies de caridad, que pagaran una comisión al desembolsante, el sr. Pigwidgeon fue un modelo de generosidad, pero prodigaba sus favores con tal modestia, que su mano izquierda sabía raramente qué bolsillo estaba aliviando su mano derecha. Durante los problemas del 56, fue cercanamente identificado con el Comité de vigilancia, siendo instruido por ese cuerpo con la importante misión de ir a Nevada, y permanecer allí. En 1863 fue elegido miembro honorario de la Sociedad para la prevención de humanidad hacia los chinos, y no hay la menor duda de que él podría haber sido cualquier cosa, tan activa fue la estima con la cual inspiró a esos, por quienes era deseado que debiera votar.
Originalmente nacido en Massachusetts, pero por veintiún años un nativo de California y parcialmente calvo, poseyendo una natura cosmopolita que amaba un chelín inglés así mismo, en proporción a su valor, como un dólar mexicano, el sujeto de nuestra memoria era uno a quien era un honor conocer, y cuya amistad cercana era un lujo que sólo el afluente se podía permitir. Va a ser incluso la jactancia más orgullosa del escritor, que él la disfrutó a menos de la mitad de las tarifas usuales.
Las circunstancias que acompañaron su despegue fueron las más lamentables. Él había estado por algún tiempo muy deprimido de espíritu, de un tipo y del otro, y en la mañana del pasado miércoles se observó que echaba espuma por la boca. No se prestó atención a eso, creyendo su familia que era un síntoma de la hidrofobia, con la cual había sido afligido desde la cuna. Súbitamente, un extraño de ojos oscuros entró a la casa, tomó el cuello del paciente entre su pulgar e índice, se arrojó el cuerpo a través de su hombro, guiñó de modo respetuoso a la viuda desolada, y se retiró por la vía del sótano de la cocina. ¡Adiós, alma pura!, nos vamos a reunir de nuevo.

Título original: Sin título, publicado por primera vez en The Fiend's Delight, 1873, con la firma: "Dod Grile".
Imagen: Guido Mocafico, Vanités, 2007.